DIARIO.COM
Hermosillo— El 5 de junio de 2009, en Hermosillo, Sonora, el fuego que comenzó en una bodega contigua a la guardería ABC, cambió por completo sus vidas.
Murieron 49 pequeños. Los mayores tenían cuatro años. Sobrevivieron 104 niños, de ellos, 24 sufrieron quemaduras de segundo y tercer grado, algunos hasta en el 80% del cuerpo.
Ellos han pasado los dos últimos años entre quirófanos, terapias de rehabilitación, sicólogos, neumólogos, alergólogos y más especialistas.
Además, han sido constantes sus viajes a Sacramento, California, al Hospital Shriners, un centro estadounidense especializado en infantes con quemaduras y que ofrece sus servicios en forma gratuita. Ahí, estos niños serán atendidos hasta que su cuerpo deje de crecer, hasta que les realicen todas las cirugías necesarias para que puedan llevar una vida autosuficiente, hasta que tengan entre 21 y 22 años.
Algunos ya van a la escuela. Otros aún no tienen tiempo para eso. Todos están concentrados en seguir con su recuperación.
Los que no se conocieron en la guardería, ahora se conocen porque se encuentran en el Centro de Atención Inmediata para Casos Especiales (CAICE), lugar que se construyó para atender a los niños –y sus familias– que estaban en la guardería ABC el día del incendio, y que depende del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Para atender a estos niños y sus familias, se crearon dos fideicomisos. Uno funciona con aportaciones del IMSS y el Gobierno del Estado de Sonora.
Otro es el Fondo de Ayuda Extraordinaria con Motivo del Incendio de la Guardería ABC. Además, un decreto presidencial de julio de 2010 establece que se les pagarán las medicinas, las consultas, las terapias, los boletos de avión y los viáticos necesarios cuando se trasladen en el país o hacia Estados Unidos, para su atención médica; entre otras cosas.
“Es lo mínimo que pueden hacer”, dice Marisol Montaño Estrada, madre de Danna Paola, una de las niñas lesionadas en el incendio.
Adriana Villegas, mamá de Héctor, otro de los niños con quemaduras, cuenta que fue hasta diciembre de 2010, cuando comenzaron a fluir en forma adecuada los apoyos establecidos en el decreto de julio de ese mismo año. Todos los padres comparten una preo-cupación: que de un momento a otro, sus hijos dejen de recibir esos apoyos.
Fernando Sandoval Castellanos, titular de Atención Médica del IMSS, asegura que la atención está garantizada por el decreto presidencial.
Las madres comentan cómo es que sus hijos lograron sobrevivir, cómo es su vida después de ese 5 de junio de 2009, el día del incendio en la guardería subrogada por el IMSS. Una estancia abierta desde 2001, que no cumplía con las normas de operación, que tenía su techo cubierto con una lona y plafones altamente inflamables, que el día del incendio tenía las puertas –las que funcionarían como salidas de emergencia– cerradas con candado.
Esta es la vida de algunos sobrevivientes.
‘Tomo
fotos para
explicarle qué pasó’
Marisol Montaño tiene sobre sus piernas tres álbumes de fotografías. Los muestra con el mismo cuidado que se tiene cuando se enseña un tesoro. Las fotos cuentan la historia de su hija Danna Paola. Ahí están las imágenes del ultrasonido que le hicieron a Marisol cuando tenía siete meses de embarazo. En las siguientes páginas, la niña recién nacida, su primer cumpleaños, su primer día en la guardería. Más adelante las imágenes de Danna después del incendio. Y cuando salió de terapia intensiva. Y cuando le hicieron las cirugías en el rostro. En marzo pasado se sumaron nuevas fotos: las de su fiesta de cuatro años.
“Le he ido tomando fotos de cada una de sus cirugías. Lo hago para explicarle lo que pasó, para cuando ella pregunte”, dice Marisol. Danna es su única hija. El día del incendio, tenía un par de semanas de haber ingresado a la guardería ABC.
El viernes 5 de junio de 2009, Marisol y su familia buscaron a Danna en varios hospitales. La encontraron por la tarde. Fue trasladada al Centro Médico de Occidente, en Guadalajara, Jalisco. Tenía quemaduras en 47% del cuerpo.
En Guadalajara estuvo 10 días. Sus papás decidieron sacarla del hospital donde estaba, después de que un médico les dijo que era necesario amputarle brazos y piernas. “Ahí fue cuando comenzamos a movernos para que la trasladaran al Hospital Shriners”.
El 17 de junio de 2009, Danna llegó a Sacramento, California. Ese día le amputaron los dedos de las manos. Sólo le salvaron el pulgar izquierdo. “En Guadalajara nunca me dijeron que la niña ya estaba perdiendo sus dedos. Pudieron haber amputado hasta la altura de la yema”. Marisol demandó a los médicos de Guadalajara por negligencia médica.
Danna permaneció en el Hospital Shriners hasta el 19 de septiembre de 2009. Los médicos le dijeron que llevara a la niña con el neurólogo, porque también tenía secuelas en el cerebro. El pronóstico no fue alentador. Danna no podría caminar, ni hablar. “Era como un bebé. Le dábamos pura papilla y usábamos un gotero para darle líquidos”. Marisol muestra una fotografía de esos días.
Los médicos se sorprendieron cuando Danna se sentó sola y empezó a caminar. Comenzó a hablar en diciembre pasado, “y ahora no la paras”, dice Marisol, quien hace planes: “Si el otro año ya camina, la voy a llevar a la escuela”.
Danna se la vive en tratamientos toda la semana: por la mañana está en equinoterapia; después tiene terapia en una alberca, “para fortalecer sus pulmones”; por la tarde, le enseñan a comer y tomar cosas por sí sola. También recibe terapia sicológica.
Hace cuatro meses que la niña y sus padres comenzaron a dormir toda la noche. “No dormía, se ponía a llorar -cuenta Marisol-. Quería que estuviéramos con ella y que todos los focos estuvieran prendidos”.
En unas semanas, Marisol y Danna regresarán al Hospital Shriners para que le practiquen otras cirugías en mano y cabeza. Estarán en Sacramento un par de meses.
Allá, Marisol le seguirá tomando fotografías para que, cuando Danna pregunte, se las muestre y le pueda explicar lo que pasó.
‘Héctor teme que se rían de él... le digo que está muy guapo’
Ese viernes 5 de junio, la familia Robles Villegas localizó a Héctor en un hospital de Hermosillo, a las siete de la tarde, cuatro horas después de la tragedia de la guardería ABC. Adriana, su madre, recuerda que lo reconoció al mirar “su perfil y sus deditos, porque estaba todo vendado”.
El pediatra que valoró a Héctor recomendó llevarlo al Hospital Shriners, famoso por su atención a niños quemados. “Contacté al hospital. Me dijeron que podían recibirlo, pero funcionarios del IMSS me dijeron que, como no tenía visa, no lo podía llevar, que el niño se iba a ir a Guadalajara (al Centro Médico de Occidente)”.
Adriana se aferró en llevar a su hijo a Sacramento, California. Incluso consiguió que el Hospital Shriners enviara una avioneta para el traslado, pero “no la dejaron aterrizar hasta las seis de la tarde del sábado. Cuando por fin llegamos, a las 11 de la noche, en el hospital ya tenían un permiso para mi entrada a Estados Unidos. Así que no necesitaba visa”.
Héctor Robles Villegas llegó al Hospital Shriners con poco más de 60% del cuerpo quemado. Tenía tres años de edad. Ha sido sometido a 14 cirugías en los últimos dos años, la más reciente fue en enero pasado.
El cuerpo de este niño de cinco años apenas y sabe lo que es recibir los rayos del sol. Sus padres cuidan que no le dé la luz natural, porque podría dañar los injertos de piel que tiene en brazos, rostro y piernas.
Héctor fue el segundo niño con quemaduras graves que llegó al Hospital Shriners, centro que funciona con donativos y que ofreció su ayuda desde el momento en que se enteró del incendio en la guardería. “No entiendo por qué nos pusieron tantas trabas para trasladar a nuestros hijos”. Adriana piensa que “si los hubieran enviado allá rápido, muchos se hubieran salvado”.
En octubre pasado, Héctor entró a segundo de preescolar. Sus padres eligieron la escuela, entre otras cosas, porque tiene patio techado. Todas las tardes, asiste a terapias físicas, ocupacionales y sicológicas. Por ahora, el objetivo es que pueda desarrollar la motricidad fina, sobre todo en su mano derecha, porque sus dedos aún no se estiran bien.
Hay días en que Héctor está muy enojado. Hay días en que no quiere convivir con otros niños porque, dice, “se van a reír”. Por eso Adriana trabaja en la autoestima de su hijo: “Le digo que está muy guapo, que se está recuperando muy bien”.
Adriana también tiene que trabajar con sus dos hijas, mayores que Héctor, en especial con Lizbeth. “El día del incendio, ella llegó con su papá a la guardería. A mi esposo le tocó estar pasando niños. Ella vio todo. Y aunque tiene nueve años, todavía no puede dormir sola”.
Adriana espera que en las próximas semanas le llamen del Hospital Shriners para informarle cuándo será la próxima cirugía de su hijo.
A sus cinco años, Héctor sólo espera que los médicos le digan cuándo podrá salir a jugar en el patio, y tomar el sol.
Murieron 49 pequeños. Los mayores tenían cuatro años. Sobrevivieron 104 niños, de ellos, 24 sufrieron quemaduras de segundo y tercer grado, algunos hasta en el 80% del cuerpo.
Ellos han pasado los dos últimos años entre quirófanos, terapias de rehabilitación, sicólogos, neumólogos, alergólogos y más especialistas.
Además, han sido constantes sus viajes a Sacramento, California, al Hospital Shriners, un centro estadounidense especializado en infantes con quemaduras y que ofrece sus servicios en forma gratuita. Ahí, estos niños serán atendidos hasta que su cuerpo deje de crecer, hasta que les realicen todas las cirugías necesarias para que puedan llevar una vida autosuficiente, hasta que tengan entre 21 y 22 años.
Algunos ya van a la escuela. Otros aún no tienen tiempo para eso. Todos están concentrados en seguir con su recuperación.
Los que no se conocieron en la guardería, ahora se conocen porque se encuentran en el Centro de Atención Inmediata para Casos Especiales (CAICE), lugar que se construyó para atender a los niños –y sus familias– que estaban en la guardería ABC el día del incendio, y que depende del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Para atender a estos niños y sus familias, se crearon dos fideicomisos. Uno funciona con aportaciones del IMSS y el Gobierno del Estado de Sonora.
Otro es el Fondo de Ayuda Extraordinaria con Motivo del Incendio de la Guardería ABC. Además, un decreto presidencial de julio de 2010 establece que se les pagarán las medicinas, las consultas, las terapias, los boletos de avión y los viáticos necesarios cuando se trasladen en el país o hacia Estados Unidos, para su atención médica; entre otras cosas.
“Es lo mínimo que pueden hacer”, dice Marisol Montaño Estrada, madre de Danna Paola, una de las niñas lesionadas en el incendio.
Adriana Villegas, mamá de Héctor, otro de los niños con quemaduras, cuenta que fue hasta diciembre de 2010, cuando comenzaron a fluir en forma adecuada los apoyos establecidos en el decreto de julio de ese mismo año. Todos los padres comparten una preo-cupación: que de un momento a otro, sus hijos dejen de recibir esos apoyos.
Fernando Sandoval Castellanos, titular de Atención Médica del IMSS, asegura que la atención está garantizada por el decreto presidencial.
Las madres comentan cómo es que sus hijos lograron sobrevivir, cómo es su vida después de ese 5 de junio de 2009, el día del incendio en la guardería subrogada por el IMSS. Una estancia abierta desde 2001, que no cumplía con las normas de operación, que tenía su techo cubierto con una lona y plafones altamente inflamables, que el día del incendio tenía las puertas –las que funcionarían como salidas de emergencia– cerradas con candado.
Esta es la vida de algunos sobrevivientes.
‘Tomo
fotos para
explicarle qué pasó’
Marisol Montaño tiene sobre sus piernas tres álbumes de fotografías. Los muestra con el mismo cuidado que se tiene cuando se enseña un tesoro. Las fotos cuentan la historia de su hija Danna Paola. Ahí están las imágenes del ultrasonido que le hicieron a Marisol cuando tenía siete meses de embarazo. En las siguientes páginas, la niña recién nacida, su primer cumpleaños, su primer día en la guardería. Más adelante las imágenes de Danna después del incendio. Y cuando salió de terapia intensiva. Y cuando le hicieron las cirugías en el rostro. En marzo pasado se sumaron nuevas fotos: las de su fiesta de cuatro años.
“Le he ido tomando fotos de cada una de sus cirugías. Lo hago para explicarle lo que pasó, para cuando ella pregunte”, dice Marisol. Danna es su única hija. El día del incendio, tenía un par de semanas de haber ingresado a la guardería ABC.
El viernes 5 de junio de 2009, Marisol y su familia buscaron a Danna en varios hospitales. La encontraron por la tarde. Fue trasladada al Centro Médico de Occidente, en Guadalajara, Jalisco. Tenía quemaduras en 47% del cuerpo.
En Guadalajara estuvo 10 días. Sus papás decidieron sacarla del hospital donde estaba, después de que un médico les dijo que era necesario amputarle brazos y piernas. “Ahí fue cuando comenzamos a movernos para que la trasladaran al Hospital Shriners”.
El 17 de junio de 2009, Danna llegó a Sacramento, California. Ese día le amputaron los dedos de las manos. Sólo le salvaron el pulgar izquierdo. “En Guadalajara nunca me dijeron que la niña ya estaba perdiendo sus dedos. Pudieron haber amputado hasta la altura de la yema”. Marisol demandó a los médicos de Guadalajara por negligencia médica.
Danna permaneció en el Hospital Shriners hasta el 19 de septiembre de 2009. Los médicos le dijeron que llevara a la niña con el neurólogo, porque también tenía secuelas en el cerebro. El pronóstico no fue alentador. Danna no podría caminar, ni hablar. “Era como un bebé. Le dábamos pura papilla y usábamos un gotero para darle líquidos”. Marisol muestra una fotografía de esos días.
Los médicos se sorprendieron cuando Danna se sentó sola y empezó a caminar. Comenzó a hablar en diciembre pasado, “y ahora no la paras”, dice Marisol, quien hace planes: “Si el otro año ya camina, la voy a llevar a la escuela”.
Danna se la vive en tratamientos toda la semana: por la mañana está en equinoterapia; después tiene terapia en una alberca, “para fortalecer sus pulmones”; por la tarde, le enseñan a comer y tomar cosas por sí sola. También recibe terapia sicológica.
Hace cuatro meses que la niña y sus padres comenzaron a dormir toda la noche. “No dormía, se ponía a llorar -cuenta Marisol-. Quería que estuviéramos con ella y que todos los focos estuvieran prendidos”.
En unas semanas, Marisol y Danna regresarán al Hospital Shriners para que le practiquen otras cirugías en mano y cabeza. Estarán en Sacramento un par de meses.
Allá, Marisol le seguirá tomando fotografías para que, cuando Danna pregunte, se las muestre y le pueda explicar lo que pasó.
‘Héctor teme que se rían de él... le digo que está muy guapo’
Ese viernes 5 de junio, la familia Robles Villegas localizó a Héctor en un hospital de Hermosillo, a las siete de la tarde, cuatro horas después de la tragedia de la guardería ABC. Adriana, su madre, recuerda que lo reconoció al mirar “su perfil y sus deditos, porque estaba todo vendado”.
El pediatra que valoró a Héctor recomendó llevarlo al Hospital Shriners, famoso por su atención a niños quemados. “Contacté al hospital. Me dijeron que podían recibirlo, pero funcionarios del IMSS me dijeron que, como no tenía visa, no lo podía llevar, que el niño se iba a ir a Guadalajara (al Centro Médico de Occidente)”.
Adriana se aferró en llevar a su hijo a Sacramento, California. Incluso consiguió que el Hospital Shriners enviara una avioneta para el traslado, pero “no la dejaron aterrizar hasta las seis de la tarde del sábado. Cuando por fin llegamos, a las 11 de la noche, en el hospital ya tenían un permiso para mi entrada a Estados Unidos. Así que no necesitaba visa”.
Héctor Robles Villegas llegó al Hospital Shriners con poco más de 60% del cuerpo quemado. Tenía tres años de edad. Ha sido sometido a 14 cirugías en los últimos dos años, la más reciente fue en enero pasado.
El cuerpo de este niño de cinco años apenas y sabe lo que es recibir los rayos del sol. Sus padres cuidan que no le dé la luz natural, porque podría dañar los injertos de piel que tiene en brazos, rostro y piernas.
Héctor fue el segundo niño con quemaduras graves que llegó al Hospital Shriners, centro que funciona con donativos y que ofreció su ayuda desde el momento en que se enteró del incendio en la guardería. “No entiendo por qué nos pusieron tantas trabas para trasladar a nuestros hijos”. Adriana piensa que “si los hubieran enviado allá rápido, muchos se hubieran salvado”.
En octubre pasado, Héctor entró a segundo de preescolar. Sus padres eligieron la escuela, entre otras cosas, porque tiene patio techado. Todas las tardes, asiste a terapias físicas, ocupacionales y sicológicas. Por ahora, el objetivo es que pueda desarrollar la motricidad fina, sobre todo en su mano derecha, porque sus dedos aún no se estiran bien.
Hay días en que Héctor está muy enojado. Hay días en que no quiere convivir con otros niños porque, dice, “se van a reír”. Por eso Adriana trabaja en la autoestima de su hijo: “Le digo que está muy guapo, que se está recuperando muy bien”.
Adriana también tiene que trabajar con sus dos hijas, mayores que Héctor, en especial con Lizbeth. “El día del incendio, ella llegó con su papá a la guardería. A mi esposo le tocó estar pasando niños. Ella vio todo. Y aunque tiene nueve años, todavía no puede dormir sola”.
Adriana espera que en las próximas semanas le llamen del Hospital Shriners para informarle cuándo será la próxima cirugía de su hijo.
A sus cinco años, Héctor sólo espera que los médicos le digan cuándo podrá salir a jugar en el patio, y tomar el sol.
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