martes, 8 de febrero de 2011

Del subsuelo, el agua más cara de la ciudad

MILENIO

Guadalajara.- El agua subterránea es la más cara de la ciudad. Producir mil litros (un metro cúbico) de líquido de ese origen para el sistema metropolitano, se acerca a un peso con 40 centavos tan sólo en relación al costo de la electricidad, contra 58 centavos que cuesta el metro cúbico (m3) traído desde el lago de Chapala, o los cero pesos del agua importada desde la presa Calderón, que llega del oriente, por gravedad.

La tendencia es que esa agua será cada día más cara, pues se registran abatimientos del nivel de los pozos que en las zonas más críticas (ver mapa anexo) pueden alcanzar cuatro metros por año, señala el gerente técnico del Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA), Carlos Hernández Solís.

Los casi 200 pozos que posee el SIAPA en los acuíferos de Toluquilla y Atemajac-Tesistán aportan casi 30 por ciento del agua que requiere el abasto de la ciudad.

“Entre más sea el desbalance de lo que te da la recarga natural y lo que le sacas, más lo que se le afecta en pavimentación, eso se traduce en energía eléctrica adicional, en hacer una profundización de los pozos, y la posibilidad de empezar a usar las aguas mineralizadas producto de toda la historia en la vida de la tierra, como ha sucedido en otras partes del país”, advierte.

De hecho, la composición mineral obliga a costos extra de potabilización que el acuífero metropolitano ya exige. Es el caso de los pozos profundos de Toluquilla, donde la presencia de arsénico, fierro y manganeso ha obligado a instalar una planta potabilizadora especial, con lo que se agregan otros 50 centavos al costo de producir un m3 con los parámetros que exigen las normas oficiales mexicanas emitidas para el consumo humano, por la Secretaría de Salud. En comparación, la potabilización del agua del sistema Chapala o de Calderón no cuesta más de 25 centavos por cada m3.

No es ningún secreto por qué esta sucediendo el problema. La urbanización desordenada ha hecho una gran plancha de cemento y pavimentos que abarca, de forma discontinua, unas 63 mil hectáreas. Los datos del gerente técnico del organismo operador señalan que un terreno con cobertura natural infiltra 50 por ciento del agua de lluvia, evotranspira 40 por ciento (agua que se evapora y sube a la atmósfera) y sólo escurre 10 por ciento del volumen. Dependerá del tipo de urbanización la modificación de los factores.

Por ejemplo, si se deja de 10 a 20 por ciento de la superficie impermeable (por la que no puede infiltrarse el agua), la infiltración baja a 45 por ciento, la evotranspriración se reduce a 35 por ciento y correrá sobre superficie 20 por ciento del agua —el doble de la escorrientía natural—.

Sin embargo, este modelo de moderación no ha sido frecuente en el desarrollo de Guadalajara: impera, en desarrollos residenciales, el que tiende a impermeabilizar de 35 a 50 por ciento de la superficie, reduciendo la captación al subsuelo a 35 por ciento, y elevando el escurrimiento al triple del natural; y sobre todo, los modelos de urbanización que impermeabilizan más de 75 por ciento de la superficie y ocasionan que 55 por ciento del agua de la lluvia se vaya sobre el suelo, cuenca abajo, provocando estragos

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